DIEGO ALBERTO BAROVERO

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El recuerdo de Horacio Ferrer



Cuando ingresó en el viejo bodegón bar La Buena Medida de Suarez y Caboto, justo frente a donde nació el Club Atlético Boca Júniors, una especie de mágico halo nos envolvió a todos. 

Él mismo señaló que sentía revivir la bohemia propia de los años cincuenta en ese enclave tan singular. 

Llegó acompañado de dos entrañables amigos: Fabio Zerpa y Arturo Famulari, su médico neurólogo y artífice del encuentro. 

Atendidos exquisitamente como es costumbre por el propietario del local, Tony Schiavone, almorzamos albondigas con puré, hablamos de tango, de historia rioplatense y hasta recito algunos poemas, no sin emocionarse. 

Con su habitual calidez, y por mi condición de boquense, me invito a brindar una charla en el Cuadro de Amigos de la Academia Nacional del Tango sobre el tema La Boca en el tango y el tango en La Boca, retomando el compromiso del verdadero conferencista invitado, entonces recientemente fallecido, el amigo Ruben Rodriguez Ponziolo. 

La charla en la Academia finalmente se concretó el 14 de abril pasado y tuve el honor que el maestro la escuchara sentado en primera fila. Cuando finalizó y baje del estrado a saludarlo para agradecerle, con entrañable sencillez y generosidad me dijo: "nos ha tenido en vilo una hora, no volaba una mosca". 

Mi más cálido y agradecido recuerdo al gran Horacio Ferrer

Diego Barovero

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