DIEGO ALBERTO BAROVERO

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Argentina, otra vez en la noria del peronismo



por Diego Barovero


Vencido el plazo para inscripción de listas de candidatos a las elecciones del 28 de junio, el círculo vicioso de la política argentina vuelve como de costumbre al punto de inicio. Nuevamente los ciudadanos nos encontramos con que el peronismo vuelve a ofrecer - una vez más en su historia - dos caras de una misma moneda. El movimiento político que espació el virus habrá de ofrecer a los argentinos la receta del compuesto que habrá de erradicarlo. Todo una paradoja. O no.

Al acercarse inexorable el momento decreciente de un liderazgo, el multiforme movimiento fundado por un simpático coronel ascendido a teniente general por ley del Congreso, comienza a virar sus favores en procura de generar uno nuevo que le permita deshacerse de su vínculo con el líder que ingresa en su fase descendente. El peronismo vendría a ser algo así como la confirmación de que no hubo en la historia ninguna civilización que rindiera culto al poniente, sino que siempre adoraron al naciente.


La más variada gama de tonos y estilos sabe ofrecer el peronismo a la sociedad, mientras la naturaleza interior sigue siendo la misma.
Será siempre un misterio que quizá algún día puedan develar especialistas en cuestiones esotéricas, cuál es la razón por la cual sigue latente el mito peronista, también alimentado por la incapacidad de los opositores en construir una verdadera alternativa que pusiera fin a la hegemonía política desplegada desde hace más de seis décadas.

Vale además tener en cuenta la eficaz acción propagandística desplegada por escritores, historiadores, politólogos y opinólogos de diverso pelaje para que varias generaciones argentinas que no debieron sobrellevar lo que para muchos fue la dictadura peronista, tengan ahora una imagen falsa de lo que fue la Argentina de aquellos tiempos de omnipotencia de la pareja gobernante y que les permitió alimentar un mito que superó la propia desaparición física de ambos y que se prolongó en liderazgos tan contradictorios como los de Héctor Cámpora, Isabel Martínez Cartas, José López Rega, Carlos Saúl Menem, Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner.

Jorge Luis Borges citó alguna vez a Benedetto Croce que sostuvo que "No hay en Italia un solo fascista, todos se hacen los fascistas”, para explicar el fenómeno peronista. Siempre fue difícil encontrar alguien que abierta y francamente reconociera "Soy peronista". Es más, aquellos que se afiliaban al entonces Partido Peronista (denominación oficial de esa organización política, que suele omitirse) admitían haberlo hecho por conveniencia, por necesidad, por presiones o por miedo. Siempre la adscripción al “peronismo” tuvo un componente vergonzante, que sólo se admitía bajo presión o por determinado interés.

Abundan ejemplos de quienes se hacían los peronistas y que, luego de la caída del oprobioso régimen, no trepidaban en abjurar con facilidad de su adhesión al mismo, sencillamente, porque era una pose.

Sin embargo la misma fruición con que se ocultaba la pertenencia a dicha colectividad en los años cuarenta y cincuenta, fue luego a la inversa para manifestarse peronista en los sesenta y setenta (aunque de signos diversos: “revolucionarios”, “combativos”, “contemplativos”, “ortodoxos”, “heterodoxos”, porque según Perón “los muchachos se ponen aditamentos, pero todos trabajan…”) como una forma de resistencia.

Más cerca en el tiempo y aún en la actualidad existe un peronismo vergonzante que se expresa en los denominados “indecisos”, los que en los sondeos de opinión previos a las compulsas electorales se apuntan en el rubro “no sabe/no contesta” para ocultar su embozada determinación de poner en el sobre la boleta que lleve como candidato ya a Menem, ya a Kirchner o a su esposa, ya a Rodríguez Saa, ya a De Narváez, ya a Reutemann.


Muerto y dos veces sepultado con fastos fúnebres, el caudillo de la sonrisa nos ha dejado ese legado que hoy con presunta candidez pretenden revivir algunos de los que aspiran a obtener el llamado “voto peronista”.

Al fin y al cabo, eso es el peronismo: un aquelarre de grupos facciosos que trasiegan por estar cerca de un palco o por el dominio del territorio y de las prebendas que se obtienen por “posicionarse”, estar cerca de donde “se corta el bacalao” o de quien “tiene la manija”. Es el partido del poder. El partido oficialista. No es de izquierda ni de derecha. No tiene ideología, ni doctrina, ni principios. Solamente cuenta la ocupación de los espacios, de poder o meramente físicos de cercanía con el poder.

Esa es la quintaesencia del informe movimiento que nació a la vida pública una tarde calurosa de un 17 de octubre de 1945 y que todavía hoy, luego de constantes figuraciones y desfiguraciones a través de las décadas, aspira a seguir siendo la fuerza hegemónica argentina.

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